A mi familia
Hace casi cinco años solicité la jubilación adelantada, estando en el mejor momento de mi carrera profesional y en óptimas condiciones físicas, pero el estado de mi madre con más de noventa años y casi ciega, así como el querer ocuparme de una hermana con grave discapacidad física, a la que ya venía atendiendo varios años atrás, me decidieron a dar aquel paso. Nunca me arrepentí de ello, y si fue oportuno lo demuestra que apenas tres meses más tarde mi madre fallecía rodeada del cariño de los suyos y sin haber pisado una «residencia geriátrica» en toda su vida. Desde aquél entonces me he ocupado de nuestra hermana, quien dado su 85% de discapacidad reconocida, precisa de todos los cuidados: aseo, vestido, comida, desplazamientos, visitas médicas 2 o tres veces por semana, gestión de sus asuntos económicos, conducción y mantenimiento de vehículos, etc. He tenido la ayuda y comprensión de todos y todas en esta labor, pero especialmente de mi compañero sentimental Alfonso quien lleva ya diez años colaborando a mi lado en esta vivencia humanitaria que tanta alegría y satisfacción nos reporta a ambos. Hace apenas un año y por decisión mutua, mi hermana y yo, decidimos contratar legalmente a Alfonso como su «asistente personal», ya que hasta entonces fue una ayuda voluntaria y desinteresada por su parte. Lo decidimos por que se dieron las circunstancias precisas en aquél entonces y porque nos preocupaba el futuro de una persona joven y altruista, como en conciencia debe ser.
Todos sabéis que fue preciso trasladar primero a nuestra hermana de Alicante a Madrid, y montar un hogar nuevo en Las Rozas, primero, y en Los Negrales, después, a fin de que tanto, mi madre entonces, como otros miembros de nuestra familia pudiéramos convivir en un ambiente relajado y armonioso. Todos y todas fuisteis testigos de que así fue. Así como cinco años más tarde tuvimos que trasladarnos de nuevo a Alicante para ocuparnos de la venta de la casa de nuestra hermana, tarea que nos llevó otros cuatro años. En todo este tiempo todo el mundo fue bien recibido, y creo que muy bien atendidos, en las visitas que tuvisteis a bien hacernos para acompañarnos y ayudarnos con vuestra alegría y presencia. Finalmente, y ya sin nuestra querida madre, tuvimos que volver a Madrid para estar cerca de todos. Volver a Madrid requirió compra de casa nueva, obras de acondicionamiento para la movilidad reducida de nuestra hermana, nueva mudanza… Si contáis bien, han sido CINCO mudanzas en apenas 10 años, y creo que todos y todas sois conscientes del esfuerzo necesario que hay que realizar para ello.
Muchos consideran que hablar de dinero es de mal gusto, pero por si alguien pudiera pensar otra cosa, todos sabéis que nuestra madre contribuía a sus propios gastos con su pensión de unos 1700€, con la que además ayudaba en lo que podía a quienes lo necesitaban, aunque en ese momento no convivieran con nosotros. Por mi parte, con mi jubilación de 1850€ he pagado siempre los gastos que me correspondían en el mantenimiento propio y de Alfonso, así como en los gastos comunes de la casa. Quiero decir que en nuestra convivencia, cada uno se pagaba sus propios gastos, incluida nuestra hermana, y en ese sentido nadie nos debemos nada. Nuestra deuda mutua es la gratitud de nuestra compañía.
Es cierto que desde hace un año Alfonso, como asistente de nuestra hermana, tiene un contrato de media jornada, cuando todos sabemos que ejerce sus funciones como «interno», las 24 horas del día y de Lunes a Lunes, y que hasta ahora solo ha disfrutado de 8 días de vacaciones. También es cierto que tiene derecho a disfrutar de ocio desde las 12 horas del sábado hasta la noche del domingo, pero la verdad es que en tan solo dos ocasiones, que yo recuerde, ha ejercido este derecho suyo, en este último año. Prueba de ello es que en cuantas visitas realizáis a esta casa, siempre suele estar presente y creo que atendiendo con la consideración y respeto que todos merecemos.
Dicho todo esto quiero aclarar que cuando un hermano o una hermana nos necesitaron, aquí se les recibió, se les acompañó a actualizar su documentación y a regularizar su estancia en nuestro país, después de larga ausencia, se acompañó a los médicos que necesitaron, se les cedió habitación y espacio etc. Y todo esto sin desatender en ningún momento a quien más lo necesita y debe ser prioridad de nuestras atenciones. Pero todos estos cuidados exigieron muchos desplazamientos y horas ocupadas en unos y otros, y siempre lo realizamos con buen ánimo y con alegría de ser útiles a quienes lo necesitaron. Quien tenga prueba en contrario que lo diga, pero sé que la verdad en esto impondrá un silencio absoluto.
Como muestra, un botón, se dice y aquí va: cuando alguna de estas personas llegó a casa, recordad que teníamos una limpiadora, Celeste, que nos ayudaba UN DIA a la semana a mantener la casa en condiciones. La pagábamos a medias, como todos los gastos de la casa, porque queríamos desahogarnos algo de estas tareas. A las dos semanas de recibir a quien desde Francia nos llegaba, Celeste me comunicó que si «esa nueva señora de la casa» era quien iba a seguir dándole órdenes, ella se marchaba, porque aunque limpiadora y extranjera, exigía el mínimo respeto que a cualquier persona se debe. Y dicho y hecho, entre mi hermana y ella, le dije que no volviera. Esta señora realiza también la limpieza en casa de mi exmujer, Pilar, a quien todos conocéis, y de quien no creo tengáis duda de su honestidad, y a quién podéis preguntar qué sucedió con Celeste, según ella misma le contó, por si en mi palabra, como parte interesada, no confiáis.
No quiero continuar, porque tendría que entrar en situaciones que todos y todas habéis conocido y vivido, y se me hace muy duro, pero querer imponer a gente adulta y responsable, cambios de vida y modos de actuación «imposibles», aunque supongo que bien intencionados, así como otras sugerencias cuando menos extrañas, si no descabelladas, no es el camino de una convivencia pacífica, y más cuando te diriges a personas que te han recibido con los brazos abiertos y puesto a tu disposición todas las posibles comodidades que tenían a su alcance . Tanto mi compañero sentimental, Alfonso, como yo mismo, también tenemos nuestros propios males y necesitamos medicación diaria. Yo además voy a por los 65 años el próximo marzo, que es cuando debiera haberme jubilado. Y por si es poca la tarea que tenemos encima, ahora debemos responder a una denuncia «irresponsable», con detención previa de Alfonso, y seguir ocupándonos de quien más nos necesita, después de haber escuchado en el seno de mi familia, que «mi único interés» es quedarme con el dinero de mi hermana, o que consentí con pasividad un maltrato físico que se estaba «produciendo» delante de mis narices, (¡si os contara que el estallido de aquél enfado lo ocasionó la intromisión en la tarea de quien estaba colocando una «pastilla de jabón» en un lavavajillas!).
Las experiencias anteriores, cuando han supuesto un desgaste emocional muy fuerte, también cuentan, como sucedió hace unos diez años con un error de nuestra madre, por llamarlo de alguna manera, y que también tuvo a Alfonso como diana de aquellos tiros. Entonces yo era encubridor de un presunto violador, total nada, porque quien escribe todo lo soporta, (¡cómo no, si con tres años ya superó un Mathaussen de año y medio!) Claro, quienes a consecuencia de ello no tuvieron que ver cómo su compañero sentimental se fue por más de un año de su lado, ni tuvieron que deshacer una casa apenas montada un año antes, ni les supuso más que un necesario desahogo, pero ni un céntimo de su bolsillo, aquello son pelillos a la mar. Pero resulta que aquél presunto violador cuidó y mimó a nuestra madre hasta su último suspiro. Que cada uno en conciencia diga donde estuvo en el mientras tanto de aquél largo entonces, cinco años por si alguno lo ha olvidado.
¿Y ahora qué? Como siempre me mantendré donde creo que es justo estar. Solo me gustaría conocer los argumentos y las razones que otros tienen para merecerme este infierno, pero que no sea el recurso fácil de que vivo con un demonio, porque para mi madre fue un verdadero ángel, para mi hermana es desde hace diez años sus piernas y brazos y para mí ha sido, y creo que seguirá siendo, la mejor amistad presente y futura.