PODEMOS: De Gramsci a Laclau vs Pablo a Iñigo

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 Se habla mucho de distancia o unidad entre los líderes 1 y 2, por abreviar, de PODEMOS. Lo cierto es que hay muchas cosas comunes en ambos: sólida formación académica, pedagogía de la acción, orígenes marxistas y postmarxistas, recuperación del discurso de la izquierda para Pablo en la línea de Gramsci y reinventar un nuevo discurso progresista para Iñigo desde un populismo más cercano a Laclau. Y a partir de aquí se comprende la diferente visión de futuro para uno y para otro: Pablo se radicaliza en el discurso gramsciano e Iñigo se modera desde un «peronismo» renovado, sin que esto signifique que Errejón no comparta parte del discurso original de Gramsci y que Pablo no valore el neopopulismo de Laclau, pero Pablo se queda más en el origen, de raíz marxista, e Iñigo avanza a posiciones «progresistas» más alejadas del marxismo. No es una opinión personal, ambos personajes lo reconocen en sus escritos.

Por ejemplo, Iñigo se describe: «…Recuerdo que el fragmento de «Hegemonía y estrategia socialista» me pareció una lectura densa y complicada, a la que después regresaría lápiz en mano, pero que sin embargo hizo ya que se me tambaleasen algunas certezas y me abrió un campo de curiosidad intelectual al que luego me dedicaría.»Por tanto la lectura de Alejandro Laclau (1935-2014), más próximo a posiciones socialdemócratas que marxistas, representa para Errejón el descubrimiento de un lenguaje nuevo y por ello habla del tablero de ajedrez, «los de arriba y los de abajo», para referirse a la confrontación social e ideológica, antes que de izquierda y derecha, que le parecen términos de confrontación ya superados.

Por su parte Pablo ha dicho: «Me encantaría que por esa puerta saliera Laclau y dijera que no tenéis ni puta idea de lo que estáis diciendo de mí». Suena fuerte, pero el Laclau de Pablo es más el discípulo de Gramsci que el reconvertido «peronista», y por tanto recuperar el «discurso de la izquierda» no es «sumar a costa de los que están fuera, pero que pueden sentirse cómodos en una versión moderada de populismo»(Errejón), sino evitar que «se vayan quienes ya están dentro»(Iglesias), «al suavizar la postura radical del pueblo contra las élites (casta)».El movimiento en el tablero puede ser de abajo/arriba, en el sentido de «empoderar las bases ciudadanas» sin importar de donde proceda cada uno,(Iñigo), o defender a los peones, sean blancos o negros, frente a las maniobras elitistas de las líneas 1 y 8, los poderosos. El problema, para Pablo, es que los peones suman 16, no hay más, y que en el tablero se mueven 32 piezas. Y el problema para Iñigo es que entre esas 32 piezas hay 4 cabezas coronadas (monárquicos), 4 defensas insobornables (poder financiero), otros 4 caballeros (alta burguesía y oligarquía, nacionalista o independentista, es igual) y 4 poderes fácticos conservadores (guerreros e jerarquía religiosa), y ya me dirás qué posibilidades tienes de moderarte tanto como para atraer a esta élite sin dejar de ser «populista».

Vista así la confrontación pablistas/erreristas, alguna solución tiene que darse para que funcione la unidad de cara a VistaAlegre II. Quizá la igualdad deba abrirse al resto de posiciones que otras opciones representan, desde la mayor radicalidad de los anticapitalistas de Miguel Urbán a posiciones más centradas y minoritarias que también estarán presentes en este decisivo Congreso. De una forma u otra, Pablo Iglesias debe salir como Secretario General y los demás, una vez cerrado el Congreso, aunarse en su derredor y hablar con una sola voz, porque, hoy por hoy, es Pablo quien parece sumar más voluntades  y representa mejor el movimiento ciudadano que quiere enfrentarse al viejo régimen. Tiempo vendrá en que Pablo ya no sea imprescindible y pueda renovarse cualquier liderazgo, pero plantearse esto a día de hoy, es un verdadero disparate. Quien quiera jugársela, no debe comprometer el proyecto global que a tantos viene ilusionando.

Enero 2017

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