Monarquía y lista de los reyes godos

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Aquella retahíla de los reyes godos que se iniciaba con Alarico I por el año 395, y concluía normalmente con Rodrigo en el año 711, (aunque el último rey godo fuera realmente Ardón, quien reinó hasta el año 720 en una sola área, la narbonense, no arrebatada por lo árabes hasta entonces), además de un ejercicio memorístico de 33 nombres curiosos como Liuva o Tulga, se estudiaba en las escuelas españolas a lo largo de todo el franquismo con algún fin. Me temo que este fin era convencernos a todos los españoles que la monarquía era el régimen natural de nuestra historia, aunque mil años antes nuestra Hispania fue parte de la República Romana, sea con triunvirus o dictadores, (aunque siempre se nos vendió como Imperio), a pesar de que Roma fue básicamente siempre una República y los hispanos considerados por ello «ciudadanos romanos» y no meramente súbditos. Curiosa forma de utilizar la Historia para convencernos que casi un milenio de ciudadanía hispana nunca existieron. Claro que aquello aún no podía llamarse España, pero con los Godos tampoco éramos españoles, ni con Don Pelayo luego.

El período de la Reconquista (722 a 1492) tampoco es un período histórico real. Fueron poco más de seis siglos de luchas intestinas entre los autodenominados «cristianos» y los «sarracenos», pero no siempre los unos contra los otros, sino coaligados unos y otros según propios intereses. Se consideran cristianos a los rebeldes asturianos y descendientes directos de unos godos que inicialmente eran cristianos arrianos, hasta Recaredo (año 587).Por tanto la idea de una España siempre católica y vaticana tampoco es cierta, entre otras cosas porque más allá de 1492, los reinos son Castilla, Navarra y Corona de Aragón, y por tanto nuestros católicos reyes tampoco fusionaron nada. Hay que esperar nada menos que hasta 1707, en que los llamados Decretos de Nueva Planta de Felipe V, consiguen la «unificación». Por tanto España casi nunca fue UNA, sino más bien muy diversa durante muchos siglos, recordemos que este Felipe V era ya de una nueva Casa Real, los Borbones, y por tanto, durante toda la dinastía de los Austrias, España aún no era España, aunque hubieran reunido bajo su mando los completos territorios de nuestra península, que seguían siendo Castilla, Navarra y lo que quedaba de la Corona de Aragón. Concluiremos, pues, que después de mil años republicanos los futuros españoles vivieron otros casi mil años como súbditos de diferentes reinos y monarcas.

Y bien, desde 1722 a nuestros días (apenas 300 años) podemos considerarnos súbditos españoles y católicos, no se si para bien o para mal, exceptuando cortos períodos de republicanismo y alguna que otra aventura extraña de cantonalismos que apenas suman siete años entre todas. El resto de este tiempo han sido los Borbones los titulares de la corona española, exceptuando el periodo napoleónico y los casi dos años de la casa de Saboya, además de los casi 40 años de franquismo. Total que los Borbones han ejercido su título de monarca español apenas unos 240 años, que no es poco, hasta nuestros días. Y como desde 1978 estamos en un estado aconfesional, hemos permanecido como católicos confesos casi 270 años.

Por lo mismo, eso de «un Imperio, una Espada y hacia Dios» no era cierto ni como pendón del emperador Carlos I de España y V de Alemania, porque no era rey de España, lo era de Castilla y Navarra, y sí tenia un Imperio allende los mares, que se acabó poco a poco, hasta que en 1898 se perdió con Cuba. Imperio ultramarino que siempre lo fue del reino de Castilla o Portugal (en corto período de regencias ya con Felipe II), como antes lo fueron las colonias africanas, hasta Felipe V, otra vez. La Corona de Aragón fue más europea y mediterránea, y nada americanista ni africanista.

Revisar la Historia para conocer lo que nuestra memoria colectiva debe recordar como cierto y descubrir las lagunas imperialistas y unionistas que poderes fácticos han fraguado para recrear un relato acorde a su ideario nacionalcatolico. Es cierto que tenemos al menos 250 años de una España común y relativamente voluntaria, pero sin olvidar las realidades de otras pluralidades bien claras: Navarra, Vascongadas, Valle de Arán, Cataluña, País Valenciano o Islas Baleares, así como Galicia o incluso Asturias. Hoy con el reconocimiento de las Autonomías descubrimos además, que aunque no se les quiera considerar con «razones históricas», contamos al menos con 15 comunidades con características culturales diferenciales, si exceptuamos a Ceuta y Melilla por razones geográficas. Y podíamos reflexionar más en torno a la sinrazón de que León y Palencia no se incluyan en una región Asturleonesa, por que lo fueron durante mucho tiempo, o la aparente división forzada entre Castilla-La Mancha y Castilla-León, o las soledades forzadas de  Murcia y La Rioja. Por tanto pluralidad ante todo, como tenemos una diversidad lingüística que nos enriquece y nos diferencia, y que puede ser motivo de acercamiento o causa de distanciamiento, según hablemos con razones de respeto, reconocimiento y reciprocidad, o con «sinrazones» de unicidad inventada y divisoria. Si la unión hace la fuerza lo será porque estemos convencidos de su conveniencia, y nunca porque se imponga de forma unilateral y sin diálogo. Tampoco podemos ignorarnos porque sean otros, y no el pueblo, quienes hablen en base a sus únicos intereses de clase y prebendas de oligarquías nacionalistas, tan peligrosas como egoistas.

Y ahora si quieres puedes memorizar los 33 Reyes Godos.

 

 

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